La charla de Sugata
Mitra hace contacto con alguna de las cuestiones más interesantes que se debaten
en educación hoy en día. La crisis del modelo de enseñanza-aprendizaje
tradicional en nuestro país ya ha tomado carta de naturalización. En el sector
público, las aulas parecen reproducir un modelo que no ha dado muestras de
progreso, las pruebas de las condiciones más básicas como lo son la habilidad
lectora y la de razonamiento abstracto lo demuestran. Los puntajes son
desalentadores y culpar al sistema de evaluación (de alumnos y docentes), no
resuelve el problema.
La introducción de tecnología, que hace una década se anunciaba como la gran panacea ha fracasado, los indicadores siguen siendo los mismos y el uso que se le da a los dispositivos, al pasar por una serie de instrucciones y fiscalizaciones desalienta la iniciativa de los estudiantes, eso sin contar los problemas de rezago en conectividad.
El maestro ya no
puede seguir con el rol tradicional de depositario del conocimiento correcto,
la complejidad de la vida actual lo vuelve imposible, la cantidad de
información desborda los intentos de los maestros de exhibir cualidades enciclopédicas.
En su lugar, se sugiere ahora que se ponga énfasis en la capacidad práctica de
los profesores para poner a los alumnos en situaciones significativas y que, si
algo debe enseñar en forma directiva, se trate más de estrategias de búsqueda
de información que de almacenamiento en la memoria, que por lo demás suele ser
bastante frágil.
Creo que el
modelo que ha puesto en práctica el conferencista es ideal para países como el
nuestro en donde hay tan pocos profesores para una cantidad enorme de alumnos.
Poner énfasis en el diseño instruccional y en la estandarización de la forma de
transmitir las instrucciones centraría los esfuerzos en áreas por demás
realistas. El profesor como guía y fuente de refuerzo positivo (lo que hacían
las “abuelas” en el vídeo de Mitra) es lo que se viene, de nosotros dependerá que
las estrategias sean las más adecuadas para el tipo de alumnos que recibimos y
que, según las exigencias sociales, debemos entregar. Convertir la realidad que parece adversa en una zona de oportunidades.